

Tim Lancaster, que era su nombre, sobrevivió sorprendentemente a pesar de pasar un buen rato con un viento de unos 630 kilómetros por hora a 17 grados bajo cero azotándole en el cuerpo. El otro piloto bajó el avión a 30 metros por segundo, sin radio, situándose a unos 5.000 pies y reduciendo la velocidad a 300 kilómetros hora, para finalmente aterrizar en condiciones de emergencia.

El afortunado comandante de la nave tardó seis meses en recuperarse, pero volvió a volar. Hay un documental en vídeo de National Geographic, llamado Explosión en la cabina donde se recrea la rocambolesca historia.
La historia completa en Kurioso