Leo asombrado en el interesante libro de divulgación científica “Una Breve Historia de Casi Todo” de Bill Bryson, las siguientes consideraciones sobre la perpetuidad de los átomos. Copio textualmente:
Así que todos somos reencarnaciones, aunque efímeras. Cuando muramos, nuestros átomos se separarán y se irán a buscar nuevos destinos en otros lugares (como parte de una hoja, de otro ser humano o de una gota de rocío). Sin embargo, esos átomos continuarán existiendo prácticamente siempre. Nadie sabe en realidad cuánto tiempo puede sobrevivir un átomo.”
“(Los átomos)… son también fantásticamente duraderos. Y como tienen una vida tan larga, viajan muchísimo. Cada uno de los átomos que tú posees es casi seguro que ha pasado por varias estrellas y ha formado parte de millones de organismos en el camino que ha recorrido hasta llegar a ser tú. Somos atómicamente tan numerosos y nos reciclamos con tal vigor al morir que, un número significativo de nuestros átomos -más de mil millones de cada uno de nosotros, según se ha postulado- probablemente pertenecieron alguna vez a Shakespeare. Mil millones más proceden de Buda, de Gengis Kan, de Beetthoven y de cualquier otro personaje histórico en el que puedas pensar (los personajes tienen que ser, al parecer, históricos, ya que los átomos tardan unos decenios en redistribuirse del todo; sin embargo, por mucho que lo desees, aún no puedes tener nada en común con Elvis Presley).
Así que todos somos reencarnaciones, aunque efímeras. Cuando muramos, nuestros átomos se separarán y se irán a buscar nuevos destinos en otros lugares (como parte de una hoja, de otro ser humano o de una gota de rocío). Sin embargo, esos átomos continuarán existiendo prácticamente siempre. Nadie sabe en realidad cuánto tiempo puede sobrevivir un átomo.”
No se qué pensarán ustedes, pero yo no me hago la idea de que parte de mi estructura haya pertenecido al cacique Moctezuma, a los Jardines de Babilonia o a un Tyrannosaurus Rex. No lo acabo de comprender...